
De pie: Un viaje de necesidades insatisfechas y búsqueda de independencia
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A lo largo de mi vida, he vivido innumerables momentos en los que mis necesidades fueron ignoradas. Incluso cuando busqué apoyo durante algunos de mis momentos más difíciles como padre de dos niños pequeños, descubrí que muchas personas solo estaban dispuestas a ayudar cuando les convenía o cuando sus perspectivas coincidían con las mías.
A menudo bromeo diciendo que si hubiera entrado en una oficina de asistencia social con signos visibles de angustia (un ojo morado, dientes faltantes y el pelo revuelto), habría recibido mucha ayuda. En cambio, como mantenía una apariencia serena (mis hijos se portaban bien, me mantenía firme y expresaba mis necesidades con claridad), me desestimaban con frecuencia. Esta constante negligencia por parte de familiares, posibles amigos e incluso parejas era desalentadora.
Un estribillo común que escuchaba era: "Pareces capaz". Si bien era capaz, eso no disminuía la realidad de mis dificultades. Me vi en necesidad debido a circunstancias ajenas a mi voluntad, simplemente buscando un hogar seguro. Los despidos continuaron, y algunos me acusaban de estafadora, como si mi situación fuera demasiado inverosímil como para creer que no estaba recibiendo ayuda. Finalmente, dejé de pedirla por completo.
La experiencia más dolorosa surgió de una figura paterna que se aprovechó de mis vulnerabilidades. Confié en ellos, creyendo que tenía un espacio seguro. Cuando expresaba mis necesidades, me prometían apoyo, pero luego se retractaban con excusas o usaban mis luchas pasadas en mi contra. «Si tan solo me hubieras escuchado», convertían mi desesperación en un arma. A pesar de seguir sus consejos, sufrí muchísimo y mis gritos de ayuda no fueron escuchados.
En mi desesperación, creí que así era como debía ser la vida, un patrón que me había seguido desde la infancia. No me di cuenta entonces de que el trauma que experimenté de niña impactó mi desarrollo cognitivo, influyendo en mis respuestas como adulta para alinearlas con las expectativas de esa figura parental abusiva.
Me llevó mucho tiempo aceptar que el mundo podía tratarme de manera diferente.
Después de soportar este ciclo durante trece largos años en mi vida adulta con mis hijos, finalmente llegué a mi límite. Llegué a la dolorosa conclusión de que esta persona, que se suponía debía cuidarme, en realidad había obstaculizado mi crecimiento en lugar de brindarme apoyo. Me hicieron creer que sus mínimos, y a menudo ausentes, esfuerzos eran todo lo que merecía de un padre. Como pastor, esperaba que encarnaran la compasión, pero sus propios intereses eclipsaron constantemente mi sufrimiento.
Solían decir: «No me responsabilizaré de las acciones de otros», una afirmación que convenientemente se extendía a su inacción, permitiéndoles justificar el incumplimiento de promesas verbales y escritas. Cuando finalmente reuní las fuerzas para confrontarlos, estaba exhausto y, al mirar atrás, casi muerto (si hubiera elegido sufrir esta emergencia médica con la esperanza de recuperarme, no estaría aquí hoy).
Fue un momento desgarrador, pues nunca imaginé que perdería a este padre no por la muerte, sino por su indiferencia. Ignoraban mi sufrimiento en mis intentos por complacerlos. La situación se volvió tan grave que tuve que enseñar a mis hijos a interactuar con este abuelo para evitar su ira. Mantenerme firme me costó esa relación. Aunque fue doloroso, ahora prefiero la vida que tengo a la que soporté en aquel entonces.
Curiosamente, durante este período difícil, comencé a recibir amabilidad de desconocidos. A menudo lo comparo con Annie llegando a casa de Daddy Warbucks, buscando ganarse la vida. Estas personas, sin conocer mi historia completa, reconocieron mi necesidad y se ofrecieron a ayudar. Su generosidad iluminó el marcado contraste entre el apoyo genuino y la manipulación que había experimentado. Me di cuenta de que había caído en la trampa de alguien más, una revelación que fue a la vez liberadora y dolorosa.
Todavía lidio con la pérdida de mi padre o madre en vida. A menudo reflexiono sobre su frase recurrente: «Si puedes superarme, puedes superar cualquier cosa». He comprobado que es cierto, pues nadie me lastimará tanto como esta persona. Sin embargo, todavía me pregunto si mis acciones estaban justificadas y si la amabilidad de desconocidos era genuina. Hubo momentos en los que sentí que perdía el contacto con la realidad. En esos momentos, mi terapeuta era mi única confidente; sentía que no tenía a nadie más con quien compartir el peso de mi situación.
Una vez que comprendí la dinámica en juego, me di cuenta de que, sin darme cuenta, les había estado enseñando a mis hijos comportamientos poco saludables, basándome en la guía de esa figura paterna. Sabía que tenía que desaprender esos comportamientos y ayudarlos a hacer lo mismo. He sido abierta y honesta con mis hijos sobre nuestra situación. Si bien es lamentable, también se ha convertido en una valiosa lección para todos nosotros.
Reconocer estos patrones ha transformado significativamente nuestras vidas.
Desde mi experiencia, quiero compartir algunas reflexiones para quienes se encuentren en una situación similar. Aquí les dejo algunos consejos para recuperarse de relaciones agotadoras, manteniendo la independencia y aceptando la vulnerabilidad:
1. Reconoce tus necesidades : Tómate el tiempo para identificar lo que realmente necesitas, ya sea apoyo emocional, ayuda financiera o simplemente alguien que te escuche. Comprender tus necesidades es el primer paso para defender tus derechos.
2. Establece límites : Establece límites claros con quienes se aprovechan de tu vulnerabilidad. No dudes en decir que no ni en distanciarte de las relaciones tóxicas.
3. Busca relaciones saludables : Rodéate de personas que realmente se preocupen por ti y respeten tus necesidades. Busca a quienes te apoyen sin juzgarte ni manipularte.
4. Practica el autocuidado : Prioriza tu bienestar. Realiza actividades que nutran tu mente y cuerpo, y busca ayuda profesional si la necesitas.
5. Mantente abierto a la vulnerabilidad : Si bien es importante ser cauteloso, recuerda que la vulnerabilidad puede generar conexiones más profundas. Confía en tu instinto sobre a quién dejar entrar en tu vida.
6. Aprende del pasado : Reflexiona sobre tus experiencias para identificar señales de alerta en tus relaciones. Esta autoconciencia te permitirá tomar decisiones más saludables en el futuro.
7. Comunícate con claridad : Cuando necesites ayuda, expresa tus necesidades con claridad y asertividad. Mereces que te escuchen.
8. Celebra los pequeños logros : Reconoce y celebra tu progreso, por pequeño que sea. Cada paso hacia la independencia es significativo.
Aunque el camino puede ser doloroso, recuerda que no estás solo. Hay personas que de verdad se preocupan por ti y quieren apoyarte. Al tomar las riendas de tu vida y buscar relaciones que te apoyen, puedes crear una vida que honre tus necesidades y aspiraciones.