Stepping Out of Survival Mode: Embracing Rest and Healing

Salir del modo de supervivencia: abrazar el descanso y la sanación

Durante años, viví en un estado constante de alerta, con mi cuerpo y mi mente en alerta máxima. El modo supervivencia se había convertido en mi estado de ánimo por defecto, un mecanismo de protección que me permitía seguir adelante en los momentos más difíciles. Pero al salir de ese estado, me di cuenta de lo mucho que me había afectado. Mi cuerpo, antes tenso y siempre alerta, empezó a recordar lo que había extrañado durante tanto tiempo: descanso, paz y la oportunidad de sanar.

Cuando finalmente salí del modo supervivencia, fue como si se hubiera roto una presa. El agotamiento que se había estado acumulando bajo la superficie me invadió, abrumando. Ya no podía negarlo: mi cuerpo necesitaba descansar. No era pereza; era un grito desesperado de sanación. Mi cansancio era testimonio de los años de estar en guardia, siempre listo para afrontar lo que viniera. Ahora, mi cuerpo por fin se sentía lo suficientemente seguro como para soltarse, relajarse y recuperarse.

Empecé a notar los cambios en mí. Los días que antes parecían una lucha por mantenerme despierto ahora traían una grata sensación de letargo. Ansiaba dormir, no por pereza, sino porque mi cuerpo finalmente se estaba permitiendo sanar. Era una sensación extraña, esta nueva necesidad de descanso. Era como si mi sistema nervioso hubiera perdido años de calma y ahora estuviera recuperándose, saboreando cada momento de quietud.

Pero este viaje no estuvo exento de desafíos. A medida que empecé a priorizar mi sanación, me di cuenta de que me estaba distanciando de aspectos de mi vida que antes eran importantes. Las citas, que había pospuesto durante tanto tiempo, se convirtieron en lo último en lo que pensaba. Estaba más interesada en dormir que en socializar, más centrada en mi bienestar que en encontrar a alguien con quien compartir mi vida. Era frustrante que los demás no comprendieran este cambio. No podían ver el peso invisible que cargaba, los años de estrés que ahora exigían atención.

Recuerdo sentirme molesta cuando la gente cuestionaba mi decisión de dejar de salir con alguien. "¿Por qué no estás ahí?", preguntaban, ajenos al trabajo interno que estaba haciendo. Era como si no pudieran comprender la idea de que sanar requería tiempo, espacio y mucho descanso. Empecé a darme cuenta de que no podía explicárselo, de que quizá nunca comprenderían la profundidad de mi necesidad de silencio y quietud. Así que decidí centrarme en mí misma, en honrar el clamor de mi cuerpo por sanar, incluso si eso significaba dejar de salir con alguien por un tiempo.

Esta experiencia me enseñó la importancia de la autocompasión. La sanación no es un proceso lineal ni se ajusta a un cronograma definido. Requiere paciencia, comprensión y la valentía de priorizar el bienestar personal por encima de las expectativas sociales. Aprendí a aceptar los momentos de descanso, a verlos no como una señal de debilidad, sino como un paso necesario para recuperar la plenitud.

Ahora, al recordar este viaje, me siento llena de gratitud. Agradezco el cuerpo que me ha ayudado a superar tanto, su resiliencia y fortaleza. Agradezco los momentos de quietud que me han permitido reconectar conmigo misma, recordar cómo se siente la paz. Y agradezco las lecciones que he aprendido en el camino: lecciones sobre el poder del descanso, la importancia de la sanación y la valentía que se necesita para priorizar el propio bienestar.

Al final, sé que esto es solo el comienzo de mi camino hacia la sanación. Habrá más días de descanso, más momentos de tranquilidad y más oportunidades para crecer. Y estoy lista para aprovecharlas todas, sabiendo que cada paso que doy hacia la sanación es un paso hacia mi mejor versión.

Regresar al blog

Deja un comentario